lunes, 10 de marzo de 2008

CÉLULAS MADRE SIN EMBRIÓN

Ian Wilmut no debía de tener más de treinta años cuando escuchó por primera vez la voz de la que se iba a convertir en su cantante fetiche: Dolly Parton. Ella era por entonces una jovencita con una voz portentosa y él un proyecto del gran científico en el que estaba llamado a convertirse. Varias décadas después ella es, sin lugar a dudas, la voz más popular del country americano y él, uno de los investigadores más importantes de nuestro tiempo. Y aunque el destino no quiso cruzar sus caminos, sería el ingenio de él quien los mezclara. En 1.996 Ian Wilmut anunció al mundo el nacimiento del primer mamífero obtenido por clonación mediante transferencia nuclear (una técnica que consiste, básicamente, en introducir el material genético de una célula en otra célula, de la misma especie, desprovista previamente de su núcleo, implantando el resultado en una hembra portadora). El animal en cuestión era una oveja y el nombre de la misma no podía ser otro, Dolly. Para Wilmut no supuso ningún quebradero de cabeza bautizar a su criatura. Dado que la célula de la que Dolly provenía pertenecía a una glándula mamaria, su imaginación trajo al presente el generoso y atractivo pecho de aquella cantante americana de la que un día quedó prendado.
Desde entonces, Ian Wilmut ha seguido trabajando en el campo de la clonación, en el que ha llegado a convertirse en una de las voces más autorizadas. Pero esta semana algo ha hecho que se planteé el rumbo que su investigación va a seguir en adelante. Y es que se ha producido una de las noticias más importantes que podían esperarse en el campo de la biología y que está llamada a hacerse un hueco en los libros de historia: dos equipos científicos diferentes han sido capaces de obtener células madre a partir de células somáticas, es decir, a partir de células no germinales como los embriones. La noticia se esperaba desde hacía ya bastantes meses. Y es que en julio de 2.006, el científico japonés Shinya Yamanaka avanzaba ya que había conseguido obtener células madre a partir de células de la piel de la cola de un ratón. Pero no por esperada la noticia ha dejado de celebrarse.
Las células están programadas, desde mucho antes incluso de existir como tal, para llevar a cabo una labor determinada, y esta programación viene dada tanto por su ADN como por los estímulos que recibe. Así, para que una célula sin diferenciar (una célula madre), en un momento del crecimiento del embrión en el útero materno, pueda convertirse en una neurona o en una célula cardiaca, por ejemplo, además de contener la información necesaria en su ADN, tiene que recibir unas señales únicas y precisas. Estas señales o estímulos son, hoy por hoy, uno de los muchos secretos que la biología nos guarda, aunque, poco a poco, la ciencia está siendo capaz de desvelarlo. Así, desde hace unos pocos años, la medicina regenerativa ha sido capaz de crear varios centenares de líneas de células madre en el laboratorio. Pero lo que esta semana se ha anunciado en todos los medios de comunicación, especializados o no, va más allá. Lo que los grupos del japonés Yamanaka y del estadounidense James Thomson han conseguido es precisamente el proceso inverso. Ellos han conseguido, a partir de una célula ya diferenciada, obtener una célula madre, mediante la introducción de cuatro genes utilizando como vector de clonación (herramienta que permite transportar los genes hasta el núcleo de la célula huésped) un determinado tipo de virus.
Con este logro la ciencia ha conseguido quitarse de un plumazo varios problemas que acechaban en torno al uso de células madre. Por un lado, se elimina cualquier inconveniente de carácter ético. Ahora, para obtener tejidos humanos ya no será necesario recurrir al uso de embriones. Y por otro, desaparecen los problemas de suministro de células madre. Desde este momento, las posibilidades son enormes teniendo en cuenta que de cada célula somática de un individuo sería posible, al menos en principio, obtener una célula madre.
Pero esto no es sino sólo el principio. Todos los ensayos realizados hasta ahora han sido llevados a cabo en el laboratorio. Conseguir in vivo la transformación de células somáticas llevará varios años y no se antoja una tarea sencilla. Pese a las dificultades que se plantean, este gran avance científico ha llevado a que Ian Wilmut anunciara que abandonaba los experimentos de clonación mediante transferencia nuclear. Quizá su apuesta por la reprogramación celular esconda la esperanza de que se convierta ésta en la base de la medicina regenerativa. Quizá la ciencia haya encontrado el camino que nos conduzca a la eterna juventud. ¿Quién lo sabe? ¿Quizá Wilmut…?

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