El
Himalaya es uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra. Quizá por eso, el
hombre siempre se ha sentido fascinado por tratar de dominarlo. Y quizá también
por eso, desde la segunda mitad del siglo XIX, coronar su montaña más alta se
convirtió en un sueño para el mundo del alpinismo. Esta montaña se llamaba Pico
XV, y fue rebautizada como Monte Everest, en 1865, en honor al geógrafo
británico Sir George Everest. En mayo de 1953, dos hombres alcanzaron su cima
por primera vez. Se trataba del neozelandés Edmund Hillary y del sherpa Tenzing
Norgay. Ambos han pasado a la historia por ser las dos primeras personas que
lograban derribar la cima del gran gigante, y en el Olimpo del alpinismo,
ocupan un merecido lugar de honor.
¿Pero
tuvieron los dos hombres el mismo mérito? ¿Jugaba alguno de ellos con ventaja?
Hoy, la Ciencia nos dice que no partían en igualdad de condiciones. Aunque ya era
conocido que los sherpas presentaban cierta facilidad para moverse por las
laderas más altas del planeta, fue en el año 2017 cuando se publicó, en la
prestigiosa revista científica PNAS (Proceedings
of the National Academy of Sciences), la explicación a este fenómeno. Y es
que esta población presenta una variante de un gen llamado ppara que facilita la vida a gran altitud. Así, los sherpas tienen menores
niveles de oxidación de los ácidos grasos en biopsias musculares, gran
protección contra el estrés oxidativo y, sobre todo, una mayor eficiencia en la
utilización del oxígeno.
Y es
así como opera la evolución de las especies. Por una razón puramente aleatoria,
el ADN de un ser vivo sufre diferentes alteraciones respecto al patrón que
tendría que seguir, y estas diferencias (mutaciones) hacen que su adaptación al
medio sea mejor. Aunque, ojo, no siempre es así. En algunas ocasiones las
mutaciones no son precisamente beneficiosas. Pero cuando sí que lo son, los
individuos que las presentan se ven beneficiados respecto a los que no lo
hacen, y su supervivencia y reproducción es más eficiente, transmitiendo esa
nueva forma del gen (alelo) a su descendencia.
Las adaptaciones metabólicas que han facilitado la adaptación de los sherpas a vivir en el Himalaya son fruto del azar. Y su explicación nos la brinda la Genética. Otra cosa es la continua necesidad humana por alcanzar nuevos hitos. George Leigh Mallory fue un alpinista que intentó, sin éxito, alcanzar la cima del Everest tres veces entre los años 1921 y 1924. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, él respondió: porque está ahí. Mallory murió en su último intento de ascenso, y su cuerpo descansa en la montaña. Aunque no sea la especie elegida, el ser humano es la especie más compleja que ha habitado nunca la Tierra.
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