jueves, 26 de noviembre de 2009

Cristina Garmendia: mentiras, malditas mentiras y estadísticas.

Pego abajo el comunicado de prensa que la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI/Precarios) está haciendo llegar a lo largo del día de hoy a todos los medios de comunicación.


Las últimas declaraciones ministeriales sobre el supuesto aumento de la inversión en I+D+i para el año 2010 son un insulto a todos los investigadores. FJI/Precarios exige al Gobierno el fin del doble discurso, es imprescindible un compromiso serio y decidido con la investigación en España.

La Ministra de Ciencia e Innovación, Dra. Cristina Garmendia, declaró en el Pleno del Congreso del miércoles 18 de noviembre que las estadísticas del INE demostraban que el PSOE había dedicado más dinero a la I+D+i en 4 años que el PP en 8. La ministra Garmendia ha debido olvidar la cita del primer ministro del Reino Unido, Benjamín Disraelí, que decia "Hay tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas". Es necesario recordar que no hay nada más perverso que falsear la realidad para engañar a los ciudadanos. La realidad es que el incremento del PIB en I+D+i durante el periodo 2004-2008 ha sido del 64%, menos de la mitad del que se realizó en el período 1996-2004, que fue del 132%. Tras más de 5 años de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, es hora de que empiecen a argumentar con méritos propios y no con deméritos ajenos. Es insultante que la ministra Garmendia quiera olvidar que esas mismas cifras demuestran que la inversión española en I+D+i está en el 1’35% del PIB, muy lejos del 2% que el programa electoral del PSOE del 2004 marcaba como objetivo para el año 2010 y a la altura de grandes potencias europeas como Estonia.

Los anunciados recortes presupuestarios en Ciencia (inicialmente, un 37%) consiguieron unánimes protestas de la comunidad científica y la sociedad en general. La reacción del Gobierno a este tijeretazo, criticado incluso por el propio ministro de Educación, ha sido la de maquillar las cifras, manteniendo contra viento y marea que existe una subida minúscula, del 0’29%, cuando la realidad es que el Presupuesto correspondiente a Operaciones no Financieras (capítulos I a VII) disminuye un 14,6%. El análisis de las partidas presupuestarias de I+D+i revela una gran subida en partidas financieras para créditos y préstamos (62%), pero una bajada espectacular en los gastos corrientes o servicios (-61’8%) o en el cap. VI (-25%), de donde beben, entre otros, muchos programas de recursos humanos. A este respecto, cabe señalar que ya este año ha habido un brutal recorte en la oferta de empleo público en investigación y que, tanto el 2008 como el 2009, el Ministerio ha ofertado sólo la mitad de las ayudas postdoctorales de otros años.

Por ningún lado, además, se observan propuestas para optimizar el gasto público en I+D+i, mejorar la ejecución presupuestaria de las partidas, limitar la estúpida burocracia que impide que los grupos aprovechen plenamente los recursos obtenidos, programar las convocatorias y agilizar su resolución, para que los investigadores puedan rendir al máximo, etc. Por fin, la última medida del Gobierno, el Plan Innpulso, no es sino una Opera Buffa que incluye como ayudas a la investigación la construcción de carriles-bici o la ampliación de vertederos (¿será para ubicar a los investigadores Ramón y Cajal que acaban su contrato y se van a la calle?)

Es imprescindible que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se deje de fuegos artificiales. Es constatable que las economías que han invertido en I+D+i son las que han obtenido un crecimiento más sólido y sostenido y son las mejor preparadas para afrontar la famosa crisis. El Gobierno lo reconoce, finge que se interesa, pero realmente no hace nada al respecto. FJI/PRECARIOS exige que el Sr. Zapatero decida si le interesa el Ministerio de Ciencia e Innovación más que como un jarrón con flores marchitas y la Dra. Garmendia si quiere ejercer de florero al que han amputado toda la parte de Universidades, segmentado la gestión global de la Carrera Investigadora, apartado de la negociación de asuntos importantes y con su tema estrella, la Ley de la Ciencia, paralizado desde hace meses. NO ES POSIBLE UNA ECONOMÍA SOSTENIBLE SIN INVERTIR EN CIENCIA

viernes, 13 de noviembre de 2009

CLEOPATRA Y LA HIGIENE

La historia ha tratado muy bien los encantos de Cleopatra. Se suele decir de ella que fue una de las mujeres más hermosas del antiguo Egipto y no en vano, Elisabeth Taylor puso a la disposición del personaje uno de los rostros más agradables del séptimo arte. Pero hoy, gracias a algunos grabados encontrados y a ciertos dibujos de la época, sabemos que su poder de seducción debía radicar más en su fuerte personalidad que en su aspecto físico.
En cualquier caso, independientemente de dónde residiera su sex-appeal, lo que es un hecho es que fue capaz de seducir a dos de los hombres más poderosos del imperio romano: Julio César y Marco Antonio. Los romances con ambos fueron trágicos hasta el punto de que el segundo de ellos se suicidó tras recibir un informe falso sobre la muerte de Cleopatra. Pocos días después, ella haría lo mismo para evitar caer en las manos de Octavio, el enemigo político de su marido.
La que fuera última reina del Antiguo Egipto profesaba con devoción el culto al cuerpo y lo hacía con tal rigor que se dice que pudo llegar a escribir un tratado de higiene y belleza, que no ha llegado a nuestros días. De ella sabemos que se bañaba en leche de burra aderezada con miel, que usaba carmín para sus labios y pinturas de color verde para sus párpados, que usaba pestañas postizas, que trataba el contorno de sus ojos con crema de albaricoque para disimular sus arrugas y que utilizaba el jabón como elemento básico de higiene.
Y es precisamente en Roma, esa ciudad que amó y odió a partes iguales a la reina egipcia, donde la leyenda cuenta que nació el jabón. Según ésta, en el monte Sapo se realizaban de manera habitual sacrificios de animales para honrar a los dioses. Los restos de estos sacrificios eran arrastrados por la lluvia de manera que iban a parar al río Tíber, a cuyas orillas las esclavas de la ciudad de Roma lavaban la ropa. Estas mujeres observaron que la mezcla de las grasas animales con las cenizas de la madera quemada en el sacrificio daba lugar a una sustancia que, en forma de espuma, flotaba en el río y que, además, hacía que el lavado fuera más efectivo.
El imperio romano fue creciendo y con él el interés por la higiene, perfeccionándose, a medida que transcurría el tiempo, la elaboración del jabón. No obstante, tras la caída del imperio romano, en el Siglo V, la primitiva industria del jabón se estancó, de manera que hubo que esperar a que llegara el siglo XVII para que, junto con el barroco, volviera el gusto por la higiene. No obstante, no fue hasta finales del siglo XVIII cuando se produjo un cambio realmente importante que haría que la industria del jabón ocupara un lugar que ya nunca dejaría. Y es que en 1791 un químico francés llamado Nicolás Leblanc desarrolló un método de preparación de carbonato de sodio, la sustancia presente en las cenizas y que se combina con la grasa para dar lugar al jabón, a partir de cloruro de sodio o sal común.
En la actualidad, para la fabricación de jabón no se utiliza carbonato de sodio sino que se utilizan otros álcalis, que son sustancias con un pH muy elevado –por encima de diez- como el hidróxido de sodio, o sosa cáustica, o el hidróxido de potasio. Lo que se hace es desarrollar una reacción química denominada saponificación entre estos álcalis y un ácido graso. En estas reacciones de saponificación, al hervir la grasa y añadir el álcali correspondiente se obtiene el jabón más una sustancia química llamada glicerina.
Pero, ¿por qué el jabón limpia la ropa? Para responder a esta pregunta hay que fijarse en la estructura de cualquier jabón, que tiene una parte hidrofóbica –que no se disuelve en agua- y una parte hidrofílica –que sí que se disuelve en agua-. Lo que va a pasar es que cuando el jabón se encuentre con una mancha, que normalmente tiene carácter orgánico y que por lo tanto no se disuelve en agua, tenderá a rodearla de manera que su parte hidrofóbica entre en contacto con la mancha y su parte hidrofílica se quede expuesta al agua, formando unas pequeñísimas gotas denominadas micelas que van a estar cargadas eléctricamente y que van a formar emulsiones que se podrán separar del resto de la disolución acuosa, eliminando así la suciedad.
Hoy en día no existe marca de cosmética y perfumería que no fabrique su propio jabón, de manera que existen jabones de todos los gustos y de todas las calidades. La industria del jabón mueve miles de millones de euros al año en todo el mundo y la higiene básica se ha convertido en una cuestión de primera necesidad.

jueves, 8 de octubre de 2009

EL REBELDE DESCONOCIDO Y LA DEFENSA DE LOS SÍMBOLOS

En 1.998 la revista Time elaboró una lista con los cien personajes más influyentes del siglo XX. Entre ellos había gente tan dispar como Albert Einstein, Marilyn Monroe, Juan Pablo II, Hitler o el Che Guevara. Pero si hay algo que sorprende al examinar el curioso inventario es la presencia de un personaje que carece de nombre y apellidos. Se trata de “El Rebelde Desconocido”. De él poco se sabe. No se tienen declaraciones suyas y ni siquiera una imagen nítida de su rostro. El rebelde desconocido es el apodo que se le dio a un hombre anónimo que el cinco de junio de 1.989 se opuso, con su simple presencia, al avance de una columna de tanques en el transcurso de las revueltas de la Plaza de Tiananmen, en China.
Las revueltas habían comenzado casi dos meses antes y en ellas intelectuales, trabajadores y grupos estudiantiles protestaban por la opresión del gobierno comunista, la alta inflación o el fracaso de la reforma económica. Finalmente estas manifestaciones de malestar acabaron por la fuerza y se estima que unos 2.000 civiles murieron en el intento del gobierno por calmar la situación. Todavía hoy, éste es un tema tabú en China. Lo que el ejecutivo denominó como una actuación para normalizar la situación del país, los más reaccionarios entienden que fue una práctica totalmente desmesurada, y es que sacar el ejército a la calle, blindados incluidos, para tratar de acallar los ánimos de un grupo perfectamente controlable que simplemente manifestaba su malestar por la situación social y económica del gran gigante asiático sí que parece ir en contra del principio de proporcionalidad.
Pero aquel cinco de junio, la imagen del rebelde desconocido plantado en mitad de la calle se iba a convertir en un icono por la libertad. Cuando la columna de tanques avanzaba en dirección al ciudadano anónimo, todo el que contemplaba la imagen esperaba el fatal desenlace. La lógica dictaba que aquel hombre moriría bajo las cadenas de los carros de combate si no se movía de allí. Pero entonces, el primero de los tanques se detuvo y tras él los demás. Un solo hombre, desarmado y sin ninguna intención belicista, había conseguido frenar el avance de un ejército que días antes se había mostrado despiadado.
El rebelde desconocido se comportó como la piel de nuestro organismo, repeliendo el ataque del agente patógeno que en este caso eran los tanques. Se puede decir, estableciendo un paralelismo, que aquel hombre ejerció como el primer nivel de defensa de un supuesto sistema inmunitario. Y es que éste, el sistema inmunitario, se puede dividir en tres niveles.
El primer nivel de defensa lo forman las barreras superficiales. La primera y más evidente dentro de éstas es la piel, que actúa como barrera mecánica y que forma la primera línea de defensa contra infecciones. Otros ejemplos de barreras mecánicas son la orina y las lágrimas por la acción que ejercen de arrastre de patógenos. Dentro de este primer nivel de defensa también están las barreras químicas, como las proteínas antimicrobianas de la saliva o la leche materna, y las barreras biológicas, como la flora intestinal o genital.
No obstante, este tipo de barreras no es capaz de frenar el cien por cien de los patógenos, y cuando uno escapa a este nivel de defensa es el turno del sistema inmunitario innato, que presenta una respuesta inespecífica inmediata. Dentro de este tipo de inmunidad se encuentran los procesos de inflamación –mediados por unas moléculas llamadas eicosanoides y citocinas-, la línea de las células blancas o leucocitos –macrófagos, neutrófilos, etc.- y un sistema denominado “del complemento” que se presenta como una cascada de reacciones que terminan por afectar a las células extrañas.
Por último, el nivel más específico de defensa que posee nuestro sistema inmunitario es el sistema adaptativo. Éste presenta como principal característica la memoria inmunológica, que le permite reconocer agentes patógenos particulares a lo largo del tiempo, y está mediado por unas células denominadas linfocitos. Las clases principales de éstos son los de la serie B, que producen los anticuerpos, y los de la serie T, que coordinan la respuesta inmune secretando unas proteínas específicas al medio.
Ninguno de estos niveles de defensa tiene sentido en ausencia de los demás y sólo se entienden en el global del sistema inmunitario. La acción del rebelde desconocido, por muy loable que nos parezca, careció de sentido en términos de defensa. Hay quien piensa que aquel hombre fue ejecutado días después y quien dice que se encuentra escondido en el interior rural de China. Su acción, como estrategia militar, fue un auténtico desastre, pero fue un símbolo y también de símbolos se construye la historia.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

VINO Y VINAGRE. UNA CUESTIÓN DE pH

(Podrás encontrar explicaciones a ésta y otras cuestiones en mi canal de youtube Un paseo con Darwin)

Las historias del vinagre y del vino comparten ramajes. Aunque durante mucho tiempo uno ha sido considerado el producto de oxidación indeseado del otro –esto se puede comprobar incluso gramáticamente; la palabra vinagre proviene del latín vinum acre, vino agrio-, lo cierto es que hoy en día, la consideración hacia el vinagre ha ganado muchos enteros.
Las primeras noticias que tenemos sobre la existencia del vino se remontan más de siete mil años desde nuestros días y es un hecho destacado que la mayoría de las culturas clásicas –sobre todo la egipcia, la griega y la romana- lo colocan en el centro de sus celebraciones y rituales, dotándolo así de una importancia que no ha tenido ninguna otra bebida a lo largo de la historia. En ellas incluso llegó a crearse el dios que representaba a esta bebida –Baco o Dioniso- y la tradición cristiana le ha otorgado siempre una importancia suprema, posicionándolo en el centro de la última cena que Jesús celebró con sus discípulos o utilizándolo para motivar su primer milagro en el episodio de las bodas de Caná.
Casi en paralelo, la historia del vinagre llega hasta nuestros días. Y es que aquellos primeros vinagre eran la consecuencia del mal almacenaje del vino, que acababa agriado y perdía así su valor. Se puede decir, por lo tanto, que uno era la alteración natural del otro. No obstante, ya en la Grecia Clásica ciertos autores otorgan al vinagre características medicinales, atribuyéndole efectos positivos como antiséptico en la limpieza de heridas, como analgésico o como elemento de prevención del “mal de melancolía” o lo que hoy conocemos como depresión.
Históricamente, el vinagre también ha sido utilizado en la conservación de los alimentos en modo de escabeche. En zonas donde la pesca o la caza eran abundantes durante una época del año, esta forma de almacenar y conservar la comida se hizo muy común y facilitó la vida a sus habitantes.
En la actualidad sabemos que el vinagre es una solución acuosa diluida de ácido acético, que se obtiene después de que una serie de bacterias conocidas en su conjunto como bacterias del ácido acético oxiden el alcohol del vino y de algunas otras bebidas alcohólicas con un porcentaje de etanol no muy alto. Una característica importante de este tipo de bacterias es que, a pesar de estar formadas por un grupo muy heterogéneo de microorganismos, todas presentan una alta tolerancia a la acidez, de manera que muchas de estas cepas pueden crecer a pH inferiores a cinco.
Pero, ¿a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de pH? El pH es la forma más común y más sencilla que tenemos para medir el grado de acidez de una solución acuosa y se calcula con una fórmula matemática. Medir el grado de acidez, en el fondo, no es otra cosa que medir la concentración de unos iones llamados hidronio -que se representan como H3O+-. A esta concentración de iones también se le conoce como potencial de hidrógeno; de ahí el nombre de pH.
Para medir el pH de una solución, por lo tanto, lo que tendremos que hacer será medir la concentración de este ion y realizar una operación matemática que consiste en calcular su logaritmo decimal, cambiándole el signo al valor numérico obtenido. Este término se usa desde principios del siglo XX, cuando fue introducido por el químico danés Sorensen, por lo cómodo que resulta el manejo de sus unidades. Y baste para simplificarlo un ejemplo. El agua pura tiene un pH de 7, que se considera un pH neutro, así como se habla de pH ácido a los inferiores a este valor y pH básico a los superiores. Pues bien, un pH de 7 quiere decir que la concentración de iones hidronio que hay en esa solución es de 0.0000001 molar. Es decir, un cero seguido de siete decimales.
En nuestra vida de a diario nos hemos acostumbrado a convivir con este término, aunque aún nos cuesta familiarizarnos con ciertos valores de pH que nos permitirían comparar y relativizar. Por ejemplo, el pH del vinagre que podemos tener en cualquiera de nuestras cocinas ronda el valor 3, mientras que el del ácido de una batería de uno de nuestros coches, vale en torno a 1. Un refresco de cola tiene un pH de entre 2 y 3, mientras que el de nuestros jugos gástricos se mueve en valores entre 1 y 2. El amoníaco tiene un pH de 11 y hablamos de lluvia ácida cuando el valor de su pH baja de 5.
En términos puramente químicos podemos decir que una de las diferencias más importantes entre el vino y el vinagre es el pH al que se encuentran, aunque esto sería reducir demasiado una cuestión que lleva acompañándonos desde el principio de la civilización.

miércoles, 22 de julio de 2009

150 AÑOS DE EVOLUCIÓN Y SELECCIÓN NATURAL

En 1.828, con tan sólo diecinueve años, Charles Darwin llegó a Cambridge con la idea de obtener un grado en letras. Pero allí conocería al profesor de botánica John Stevens Henslow, que iba a cambiar el rumbo de su vida. Apenas cuatro años después, y visto el enorme interés que el joven Darwin mostraba por las ciencias de la naturaleza, aquel profesor le ofreció la posibilidad de embarcarse, como naturalista, en una expedición que pretendía cartografiar la costa de América del Sur. Así fue como comenzó su gran viaje a bordo del Beagle, en el que comenzó a gestarse una de las más grandes teorías científicas habidas jamás, la de la Evolución.
En el lenguaje ordinario, una teoría hace referencia a un conocimiento especulativo. Es decir, cuando no se está seguro de por qué sucede algo, tendemos a elaborar razonamientos que suelen carecer de rigor experimental. En ciencia, por el contrario, llamamos teoría al conjunto de leyes que sirven para relacionar determinado orden de fenómenos. La redacción de una teoría sigue un riguroso proceso conocido como método científico, en el que la observación, la experimentación, la elaboración de hipótesis y la comprobación se encargan de desechar todas aquellas propuestas que no se ajustan al proceso observado. Así, conocemos la teoría de Gravitación Universal o la teoría de la Relatividad, cuya veracidad está fuera de toda duda. Pero diferentes cuestiones han hecho a lo largo de la historia que la teoría de la Evolución no sea aceptada por toda la sociedad. Y es que los prejuicios religiosos o la mera ignorancia son a veces un lastre demasiado pesado para seguir creciendo en el conocimiento.
La evolución es un hecho y así lo podemos constatar casi a diario. Las bacterias evolucionan pudiendo así escapar al efecto de determinados antibióticos creando resistencias. Los virus evolucionan de una manera asombrosamente rápida, como es el caso del de la gripe, haciendo que tengamos la necesidad de generar vacunas nuevas cada temporada. Y también evolucionan los gusanos, las moscas y todos los parásitos que atacan a los cultivos agrícolas y que consiguen hacerse fuertes frente a los insecticidas. El problema es que en organismos más complejos, como es el caso de los humanos, la evolución no es observable en un período corto de tiempo. Para comprobar cómo ha cambiado el volumen de nuestro cráneo o cómo ha evolucionado nuestra laringe para poder adquirir el habla, sería necesario remontarse a muchas generaciones atrás y esto no es tan sencillo como en el caso de las bacterias o los virus.
En 1.859 Darwin publicó su gran obra: el origen de las especies. El libro suscitó tal interés que el mismo día que salió a la venta, los 1.250 ejemplares de la primera edición ya estaban vendidos. En éste, propuso dos grandes teorías. Por un lado habló del origen común de la vida en la tierra, aportando para ello un gran número de evidencias que en su conjunto conducen a la teoría de la Evolución; y por otro, estableció el mecanismo por el que la evolución actúa: la Selección Natural.
Darwin llamó Selección Natural al fenómeno mediante el que se produce la conservación de las características que favorecen la supervivencia de una especie y la destrucción de las que son perjudiciales. Y esto es un hecho. En todo ecosistema se establecen luchas por la supervivencia, de manera que al final siempre consiguen reproducirse los individuos que poseen algún elemento que los favorece y que, en definitiva, son naturalmente seleccionados. Algunos de estos elementos diferenciales entre individuos se producen de manera aleatoria entre los descendientes de un organismo y llegan a ser heredables. Este es el caso de las mutaciones, que constituyen así una importante fuente de variabilidad y que, a la larga, contribuyen a que se dé la evolución de las especies.
Con la teoría de la selección natural la ciencia fue capaz de explicar de una manera satisfactoria algunos aspectos del mundo biológico que hasta ese momento se sustentaban en creencias sobrenaturales y divinas. Muchos científicos consideran que esta teoría marcó el punto de partida para la etapa moderna de una disciplina, como la biología, que se convertía así en una auténtica ciencia.
En el origen de las especies el autor no quiso tratar la cuestión del origen del hombre por estar el tema “tan rodeado de prejuicios”. Hoy, ciento cincuenta años después, la ciencia ha ganado mucho espacio a la superstición y a ello han contribuido de una manera muy importante personajes como Darwin.

viernes, 26 de junio de 2009

BOCIO EN LA CAPILLA SIXTINA

Decía el genial y polifacético Miguel Ángel que las almas no tienen sastre que las vistan. Y es que cuando tuvo que pintar un mural en el que se iba a convertir en el altar más bello de la cristiandad, el de la Capilla Sixtina, el pintor no tuvo la menor duda a la hora de representar a todos los personajes desnudos. El Renacimiento hacía ya varias décadas que había eliminado las vestiduras de las figuras y El Juicio Final no iba a ser una excepción. Pero no todo el mundo lo veía con buenos ojos. No fueron pocos los cardenales que levantaron la voz en contra de semejante indecencia y especialmente beligerante se mostró el maestro de ceremonias Biagio de Cesana.
Ante tal muestra de desacuerdo, el Papa de la época, Pablo III, mandó a un par de los discípulos de Miguel Ángel –debido a la negativa de éste- a que trazaran velos a lo largo del cuadro que taparan los genitales más a la vista, especialmente en el caso de Jesús y de su madre, la Virgen María.
El enfado de Miguel Ángel fue tremendo y se cobró por ello una tibia venganza. A las puertas del infierno, en la esquina inferior derecha del mural, dibujó un personaje con una nariz enorme, pelo blanco y orejas de burro, con una serpiente que se enroscaba a su cuerpo y que representaba el destino que el pintor le deseaba al clérigo, en cuyo rostro se identificaba a aquel personaje que había conseguido convencer al Sumo Pontífice.
Parece ser que Biagio de Cesana, al descubrirse así retratado fue en busca de Pablo III y le pidió entre sollozos que ordenara al artista que lo borrara del mural. Pero el Papa le dijo, con cierto grado de ironía, que Miguel Ángel le había dibujado a las puertas mismas del infierno, allí donde él no tenía poder ya que éste sólo llegaba hasta el purgatorio. Nulla est redemptio, le dijo. Algo así como que una vez en el infierno ya no hay redención.
Y así es como Biagio de Cesana ha llegado a nuestros días, ridiculizado por uno de los artistas más universales de la historia. Mientras tanto, si por algo destacó el papado de Pablo III, además de por ordenar la elaboración del magnífico mural a Miguel Ángel, fue por dar aprobación a la que hoy en día es la orden religiosa masculina y católica de mayor envergadura: la Compañía de Jesús. No obstante, hay otros actos atribuibles a este controvertido Papa que no son tan conocidos, pero que merecen ser destacados. Uno de ellos fue la elaboración de la conocida como bula Sublimis Deus, en la que pedía a los conquistadores del nuevo mundo que trataran a los indígenas bociosos de Latinoamérica como seres con una alma y dignos de ser convertidos al cristianismo, lo que da muestra de la relación que existía entre conquistados y conquistadores, y de los altos niveles de afectación de bocio que, en pleno siglo XVI, existía en países como Guatemala, Bolivia o Perú.
El bocio es una tumoración que se produce en el cuello, justo debajo de la laringe, debida al aumento de una glándula llamada tiroides. El correcto funcionamiento de esta glándula es fundamental para la vida ya que las hormonas que produce tienen un efecto directo en la práctica totalidad de los tejidos del organismo.
La tiroides da lugar, principalmente, a dos hormonas, llamadas tiroxina (T4) y triyodotironina (T3), en cuya formación es fundamental la presencia del yodo. La principal función de la hormona T4 es la de activar el consumo de oxígeno en las células para favorecer el metabolismo de los hidratos de carbono y de las grasas, y los niveles de ésta en sangre vienen regulados por otra hormona denominada tirotropina u hormona estimulante de la tiroides (TSH), que es secretada por la hipófisis y cuya secreción, a su vez, está controlada por una hormona llamada tiroliberina u hormona liberadora de tirotropina (TRH), producida en el hipotálamo. La otra hormona sintetizada en la tiroides es la triyodotironina, que también juega un papel importante en el metabolismo de los hidratos de carbono y las proteínas.
El hipertiroidismo es una patología producida por un exceso de hormonas T3 y T4, secretadas por la tiroides, y se caracteriza porque los pacientes presentan un bajo tono muscular asociado a pérdida de peso y fatiga, todo ello provocado por el aumento del metabolismo basal. Por el contrario, en el hipotiroidismo, muchas veces asociado con la falta de yodo, se produce un descenso en la secreción de hormonas tiroideas y se presenta con una ganancia de peso en los pacientes, asociada, muchas veces, con estados depresivos.
Una vez más, el bocio no supone, prácticamente, ningún problema en el mundo desarrollado. Aún así, una dieta desequilibrada podría hacer que eso cambiara. Y es que en alimentación y salud, casi siempre, tan malos son los defectos como los excesos.

lunes, 8 de junio de 2009

¿NEWTON O EINSTEIN...? TODO ES RELATIVO

(Podrás encontrar explicaciones a ésta y otras cuestiones en mi canal de youtube Un paseo con Darwin)

Entre principios del siglo XVI y principios del XVIII se produjo uno de los acontecimientos más trascendentes de la historia y que dio lugar al mundo moderno tal y como hoy lo entendemos. Se trata de la Revolución Científica, que se inaugura con Copérnico y su teoría heliocéntrica del sistema solar y finaliza con el que es considerado como el científico más grande de todos los tiempos: Newton.
Isaac Newton nació en Inglaterra y su gran aportación la hizo en el campo de la física, estableciendo las bases de la mecánica clásica mediante las leyes que llevan su nombre y el descubrimiento de la ley de gravitación universal. En 1.687 publicó una obra científica donde exponía sus descubrimientos, que aún es considerada la más importante jamás publicada y que sigue teniendo una vigencia incuestionable en sistemas macroscópicos y que se mueven a velocidades alejadas de la de la luz. Y es que, si hay un científico que trescientos años después ha conseguido hacer sombra a la genialidad de Newton ese ha sido Albert Einstein y fue precisamente su Teoría de la Relatividad la que demostró que la física de Newton carecía de valor cuando el cuerpo estudiado se mueve con velocidad próxima a la de la luz.
Para la mecánica clásica, si un observador parado en el andén de una estación de ferrocarril ve pasar un tren a cien kilómetros por hora y dentro de uno de sus vagones un pasajero lanzara una pelota hacia delante a cincuenta kilómetros por hora, este observador vería que la pelota se desplaza a ciento cincuenta kilómetros por hora. Es decir, para calcular la velocidad total de la pelota, basta con sumar las velocidades de ésta con respecto al vagón y del tren con respecto al observador. Hasta principios del siglo XX esto era así siempre, pero la aparición de la Teoría de la Relatividad desmontó una de las ideas más firmemente asentadas en física.
Supongamos ahora que ese tren se moviera a cien mil kilómetros por segundo y que el pasajero imaginario, en vez de lanzar una pelota hacia delante, enciende una linterna que emite un haz de luz, que se mueve a trescientos mil kilómetros por segundo. Según la mecánica clásica, la luz se desplazaría con respecto al observador del andén a cuatrocientos mil kilómetros por segundo, pero no es así, y es que la luz se propaga siempre a la misma velocidad, independientemente de cuál sea el sistema de referencias que usemos para medirla. Es decir, el haz de luz estará viajando a trescientos mil kilómetros por segundo, tanto para el viajero como para el observador del andén.
Esta idea puede llegar a resultar chocante y es que, si la luz viaja a la misma velocidad para los dos, en un tiempo determinado ésta debe recorrer un mismo espacio, y podríamos pensar que esto no es así ya que “vemos” que en ese tiempo la luz recorre más espacio cuando viaja dentro del tren. Lo que en realidad está pasando, y ésta es la gran aportación de la Teoría de Einstein, es que la percepción del espacio y del tiempo es diferente para cada uno de los observadores. Es decir, la medida del espacio y del tiempo es relativa al observador.
Una de las consecuencias más importantes de esta teoría es que el tiempo se hace cada vez más lento para un objeto que viaja a una velocidad próxima a la de la luz. Otra consecuencia es que la geometría del espacio-tiempo se ve afectada por la presencia de materia. Supongamos que viviéramos en un universo plano, en un folio. Y que este folio estuviera divido en cuadrículas iguales. Supongamos también que nos movemos a una velocidad constante y que llegar desde una cuadrícula a otra nos llevara un minuto. Ahora imaginemos que ponemos un objeto en ese folio y que éste cede como la red que recibe a un trapecista. Como el folio cuadriculado que hemos supuesto es elástico, se deformará tanto más cuanto más cerca se encuentre del lugar donde hemos colocado el objeto, de manera que para seguir tardando un minuto en llegar desde una cuadrícula a otra, ahora deberíamos movernos más rápido y esta velocidad estará más acelerada cuanto más cerca estemos del objeto. Pues bien, eso es exactamente la gravedad para la Teoría de la Relatividad, una fuerza ficticia que se origina por una simple deformación del espacio tiempo debido a la presencia de materia.
A pesar de todo lo anterior, la aparición de la Teoría de la Relatividad no vino a desmontar a la Mecánica Clásica. Lo único que Einstein hizo fue elaborar una descripción de la naturaleza que resultaba, en determinadas condiciones, más precisa que la de Newton. Es probable que en unos años aparezca un nuevo científico que halle una mejor. Aún así, la naturaleza seguirá comportándose igual y cada nueva teoría simplemente conseguirá acercarnos a su infinita complejidad.

martes, 26 de mayo de 2009

ÁNGEL GONZÁLEZ

"González era un Ángel menos dos alas, González era un santo por lo civil". Así empieza la canción homenaje a Ángel González que Joaquín Sabina ha escrito junto al poeta Benjamín Prado y que aparecerá en su nuevo disco, que sale en noviembre y que aún no tiene nombre (aunque al músico le gusta mucho "Vinagre y rosas").

Puedes pinchar aquí para escuchar la canción
http://www.youtube.com/watch?v=WFPvw9_AyKs&feature=channel_page

Ángel González nació en Oviedo en 1925 y murió en Madrid hace algo más de un año -en enero de 2008-. Perteneció a la Generación de los 50 y de él siempre se ha dicho que fue un reaccionario. El amor, el mundo de a pie y el paso del tiempo son los tres grandes pilares sobre los que construyó su poesía, lúcida y transparente.

EL OTOÑO SE ACERCA
(Angel González)

El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
.
Y lo perdimos para siempre.

martes, 5 de mayo de 2009

GRIPE A (H1N1)

En 1.914 el ejército español se encontraba realmente debilitado. Por un lado, aún no se había recuperado de las consecuencias que trajo consigo la guerra de Cuba, a finales del siglo XIX, y por otro, 50.000 soldados españoles se encontraban ejerciendo el protectorado de Marruecos, por lo que, con el comienzo de la I Guerra Mundial, el gobierno no tuvo más remedio que declararse neutral durante todo el conflicto. Una de las primeras víctimas de toda guerra es la verdad, así que con su pretendida neutralidad, España consiguió ser uno de los pocos países que dio cobertura a una epidemia que se estaba produciendo en ese momento y que estaba cobrando un carácter histórico. Mientras los países implicados en la I Guerra Mundial usaban sus medios de comunicación como elementos de propaganda o para tratar de animar a la población, los medios de comunicación españoles informaban de la mayor epidemia de gripe que el mundo había conocido. Por este motivo, aquélla fue conocida como gripe española, aunque se originó en los Estados Unidos, y tuvo como consecuencia el fallecimiento de entre treinta y cien millones de personas en todo el mundo.
En estos días, según la OMS (Organización Mundial de la Salud) una pandemia -epidemia a nivel mundial- de gripe está a punto de producirse y es inevitable que el recuerdo acuda a la gripe española, aunque muy difícilmente las consecuencias van a ser ni parecidas. La situación de los actuales sistemas sanitarios, la ausencia de conflictos bélicos a escala mundial y la coordinación a nivel global de las autoridades competentes en materia sanitaria hacen que el control de la situación nos permita ser optimistas.
El actual brote de gripe, que es provocado por el denominado por la OMS como virus de la gripe A (H1N1) desde el pasado 30 de Abril, se detectó en México a mediados del mes de marzo y en apenas un mes y medio se ha extendido a una veintena de países en los que se han confirmado más de 1.300 casos. Apenas diez días después de declararse la enfermedad, la OMS activó el nivel de alerta cinco o de pandemia inminente, algo que ha causado gran alarma social, pero que por sí mismo no informa sobre la gravedad de la enfermedad, sino solamente de su grado de expansión.
El virus de la gripe pertenece a la familia conocida como Orthomyxoviridae, que se caracteriza por poseer ARN como material genético y no ADN –al igual que otros virus como el de la leucemia T humana o el del SIDA-. Este hecho hace que este tipo de virus presente tasas de mutación mucho más altas que los virus ADN ya que carecen de una enzima que detecta y corrige errores en el material genético y que se llama ADN polimerasa. Por eso, aunque una de las características más importantes de nuestro sistema inmune es la memoria, es necesario vacunarse cada año contra la gripe. Y es que los virus que circulan varían, debido en parte a esta alta tasa de mutación y en parte a un proceso llamado recombinación, mediante el cual dos virus diferentes pueden intercambiar material genético para dar lugar a un tercer virus distinto que nuestro sistema inmune no sería capaz de reconocer aunque estuviera vacunado frente a los otros dos.
La terminología que la OMS utiliza para referirse a una cepa concreta de un virus hace referencia a las dos proteínas de la membrana de éste como son la hemaglutinina y la neuraminidasa. Así, para el actual brote de gripe A, se dice que el virus que la causa es del tipo H1N1, lo que quiere decir que de todas las formas en las que tanto una como otra proteína pueden encontrarse, las que se hayan en esta cepa son las de tipo 1 para ambas. En cuanto a la función que estas proteínas juegan en el virus, la hemaglutinina resulta determinante a la hora de unir el virus a la célula infectada mientras que la neuraminidasa lo es cuando se trata de facilitar la propagación de los viriones que salen de la célula infectada para atacar a células sanas.
Según las autoridades sanitarias el origen de este virus hay que buscarlo en una recombinación genética que se ha dado entre distintos virus, unos de origen aviar, otros de origen porcino y otros de origen humano. Por este motivo, han decidido dejar de llamar a este brote “gripe porcina”, ya que sería igual de inexacto que llamarla gripe aviar o gripe humana. Además, el hecho de asociar al cerdo con el origen de la enfermedad ha provocado ya un daño injustificado al consumo alimentario de la carne de este animal. Y es que está demostrado, que incluso comiendo carne de cerdo infectado no se podría transmitir el virus causante de la enfermedad ya que éste no resiste las temperaturas usadas al cocinar. No obstante, una vez más, la superstición y el miedo juegan en contra de la opinión de la ciencia.

miércoles, 22 de abril de 2009

DATACIÓN CON CARBONO-14

En torno al siglo III a.C., en la Grecia Clásica, se elaboró una lista que ha llegado a nuestros días. En ella se enumeran una serie de construcciones humanas que estaban en pie en ese momento –no hay elementos o paisajes naturales ni ruinas- y que en su conjunto son conocidas como las Siete Maravillas del Mundo Clásico. Estas construcciones eran: la Gran Pirámide de Giza, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa, la Estatua de Zeus en Olimpia, el Sepulcro de Mausolo, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría. De algunas de ellas se tiene constancia gracias a ciertos escritos o evidencias más o menos fiables como es el caso del Coloso de Rodas, que aparece representado en monedas de la época, pero sólo hay una de estas maravillas que ha llegado a nuestros días en un estado de conservación suficientemente bueno como para hacernos una idea fiable de cómo debió de ser hace más de 2.000 años. Se trata de la Gran Pirámide de Giza.
Ésta fue construida por el faraón Keops, finalizando la obra, aproximadamente, en el año 2.570 a.C., convirtiéndose así en la primera de las tres grandes pirámides que se pueden encontrar en la Necrópolis a orillas del Nilo. Durante 4.000 años, gracias a sus 146 metros de altura, la Gran Pirámide fue el edificio más alto del mundo, dando muestra de la alta capacidad de organización y el gran conocimiento arquitectónico, técnico y artesanal que llegó a tenerse en la época faraónica.
Aunque para llegar a este grado de complejidad en la edificación, otras pirámides fueron construidas antes sin alcanzar la majestuosidad de la Gran Pirámide, pero que deben ser tenidas en cuenta. Una mención especial merece la pirámide escalonada de Zoser, localizada en la necrópolis de Saqqara y que es considerada el prototipo de las pirámides de Giza y de las demás pirámides egipcias. Esta obra fue el primer monumento funerario de carácter real, construido en honor al faraón Zoser, y es considerada la gran estructura en piedra más antigua del mundo. Además, destaca por haberse encontrado en ella el sarcófago del faraón que, en 1948, se convirtió en la primera muestra analizada en la historia utilizando el método del carbono-14.
El carbono-14 es uno de los isótopos, es decir, una de las formas, en las que podemos encontrar el átomo de carbono. De manera mayoritaria, en la naturaleza encontramos el isótopo carbono-12, pero en una proporción pequeñísima –en torno al 0,001%- encontramos trazas de carbono-14, que se diferencia del anterior en que tiene dos neutrones más en su núcleo y que además es radiactivo. El hecho de que sea radiactivo le confiere una serie de particularidades como la de emitir radiaciones ionizantes o poseer un período de semidesintegración que es único para cada átomo. Este período de semidesintegración también es conocido como semivida y se define como el tiempo necesario para que se desintegren la mitad de los núcleos que había inicialmente en una muestra radiactiva. Para el carbono-14, su período de semidesintegración es de 5.730 años, lo que quiere decir que si midiéramos la cantidad de este átomo que hay en una muestra y volviéramos a repetir la medida 5.730 años después, encontraríamos exactamente la mitad del mismo.
El carbono-14 se genera en la atmósfera, donde se encuentra en una proporción constante con el carbono-12 que mayoritariamente forma el dióxido de carbono, y mediante el proceso de fotosíntesis es incorporado por las plantas, entrando así en la cadena alimenticia, lo que hace que esta proporción entre los dos isótopos sea constante en todos los seres vivos. Ahora bien, tras la muerte de cualquier organismo, éste deja de incorporar carbono-14, que empezará a desaparecer a un ritmo que, como hemos dicho, vendrá marcado por su período de semidesintegración. Así pues, si medimos la cantidad de radiactividad presente en una muestra de origen orgánico, seremos capaces de calcular la cantidad de carbono-14 que queda en ésta y así, podremos datarla.
Desde que la técnica de datación por radiocarbono fuera puesta a punto en 1.949 por un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago, se ha convertido en la herramienta más efectiva para datar muestras que contienen carbono de hasta 60.000 años. No obstante, tampoco ha estado en estos sesenta años al margen de la polémica. Su episodio más controvertido se dio al tratar de datar la conocida como Sábana Santa, aunque en este caso los intereses en uno u otro sentido parece, como en otras muchas ocasiones, que jugaron un papel que nada tiene que ver con la ciencia.

lunes, 30 de marzo de 2009

KARY MULLIS Y LA PCR, REVOLUCIONANDO LA BIOLOGÍA MOLECULAR

(Podrás encontrar explicaciones a ésta y otras cuestiones en mi canal de youtube Un paseo con Darwin)

Kary Mullis es un científico atípico. Se declara amante del surf tanto como de la ciencia y sus intervenciones en referencia a temas tales como el SIDA, el cambio climático o el agujero de la capa de ozono no dejan indiferente a nadie. Pero no son sus opiniones controvertidas las que le han valido el reconocimiento internacional –y el Premio Nobel de Química en 1.993- sino el desarrollo de una de las herramientas más importantes dentro del campo de la Biología Molecular en toda la historia: la PCR.
Mullis obtuvo su doctorado en Bioquímica en la Universidad de Berkeley, en California, y fue en esta ciudad en la que empezó a trabajar en 1979 para la empresa biotecnológica Cetus Corporation, cuya labor le facilitó llegar a su genial idea. En la ceremonia de entrega del Premio Nobel, Kary Mullis contó que fue un viernes por la noche, mientras conducía de camino a su cabaña de la montaña y mientras su novia dormía en el asiento del copiloto de su coche, cuando aquella idea apareció frente a él como una revelación.
PCR es el acrónimo inglés de reacción en cadena de la polimerasa (Polymerase Chain Reaction) y es una técnica que permite multiplicar, en un equipo llamado termociclador, un fragmento determinado de ADN. Antes de la llegada de la PCR al mundo de la biología molecular, para amplificar ADN se utilizaban los llamados vectores de clonación, pero éstos presentaban el inconveniente de depender de la división celular del microorganismo en el que eran incluidos. Por otro lado, lo que la PCR hace es aprovecharse, in vitro, de las características de una proteína llamada ADN polimerasa cuya función es multiplicar, en el núcleo de la célula, el material genético. Esta proteína se va a unir a un fragmento de ADN dado y lo va a duplicar, en el termociclador, a una velocidad de unos mil nucleótidos –unidades estructurales del ADN- por minuto. A continuación, la mezcla de reacción es sometida a altas temperaturas para separar las cadenas recién formadas, de manera que al bajar nuevamente la temperatura, la proteína va a disponer del doble de moldes para copiar. Así, al menos teóricamente, partiendo de una sola molécula de ADN después de cuarenta ciclos tendremos más de un billón de moléculas iguales.
Pero esta técnica presentaba en su inicio un problema, y es que para conseguir que las cadenas de ADN se separaran las unas de las otras completamente, la mezcla de reacción debía llevarse a temperaturas de 95 ºC, lo que hacía que la polimerasa se desnaturalizara, por lo que había que estar añadiendo proteína en cada ciclo, haciendo que la técnica fuera más costosa y mucho más lenta de lo que lo es hoy en día. Y es que en la actualidad ese problema está salvado mediante el uso de ADN polimerasas termoestables, obtenidas a partir de microorganismos acostumbrados a vivir a altas temperaturas como es el caso de Thermus aquaticus, aislado inicialmente de las fuentes termales del Parque de Yellowstone.
Tras salvar estos obstáculos iniciales, los directivos de Cetus Corporation creyeron en las posibilidades de la técnica y premiaron a Kary Mullis con una paga extra de 10.000 dólares. Años más tarde, la empresa vendió la patente de la técnica por 300 millones. Desde entonces, el negocio en torno a la PCR no ha hecho sino crecer y es que resulta difícil imaginar un laboratorio de biología molecular sin un equipo para desarrollar esta técnica. Y tan común se ha vuelto la PCR que hasta el cine y la televisión se han contagiado con la terminología que la rodea. Películas como Parque Jurásico o series como CSI o House no tendrían sentido sin ella y no cuesta encontrar fotogramas en los que la reacción de PCR se convierte en protagonista.
En la actualidad, la PCR es una técnica común a la vez que indispensable tanto en investigación básica como en aplicada. Utilidades tales como la secuenciación, la identificación de individuos –en medicina forense-, elaboración de árboles filogenéticos o de test de paternidad, dan una idea de la magnitud de la técnica. Además, es una poderosa herramienta de diagnóstico en medicina, usada tanto para la detección de enfermedades congénitas como para determinar la presencia de virus o bacterias en una muestra biológica.
No son pocos los que critican cada intervención pública de Kary Mullis y dicen de él que no es más que un científico corriente que tuvo la visión y claridad puntual para desarrollar la PCR. También los hay que utilizan el Premio Nobel que le concedieron para justificar todo lo que él dice. Lo único cierto es que su nombre ha quedado unido indisolublemente al de la técnica de mayor relieve desarrollada en el siglo XX en el campo de la Biología Molecular, y eso es indiscutible.

jueves, 5 de marzo de 2009

EL CÓLERA EN EL GANGES

Mohandas era un niño tranquilo que no destacaba por nada; si acaso por su delgadez. No dio, ni en su infancia ni en su adolescencia, muestras de brillantez, aprobando por los pelos su examen de ingreso a la Universidad de Bombay, en la India. Pero en cuanto tuvo la oportunidad abandonó su país para estudiar Derecho en la Universidad de Londres, culminando allí una etapa formativa y que él mismo declararía a posteriori como "los días que precedieron al tiempo en que empezó a vivir".Después de más de dos años en Inglaterra regresó a la India, donde, dado su carácter timorato y vacilante, fracasó como abogado en un mundo en el que su personalidad se topaba de frente con una profesión que le exigía una mayor agresividad. Pero si por algo iba a destacar en el futuro el joven Mohandas, que pasaría a la historia con el sobrenombre de Mahatma -gran alma- Gandhi, era por su ideología pacifista. Con veinticuatro años aceptó un trabajo en Sudáfrica y sería allí donde empezaría a ser consciente de las discriminaciones raciales a las que estaba sometido su pueblo y donde su lucha en defensa de los derechos civiles iba a prender mecha para acabar convirtiéndole en el activista político que hoy sabemos que fue. Ghandi es el máximo exponente del modelo de lucha conocido como "resitencia no violencia" y representa un estilo de vida caracterizado por su ascetismo y su fuerte carácter religioso. Quizá por eso, después de ser asesinado en 1948 por oponerse a los conflictos religiosos que se desataron tras la independencia de la India, nadie dudaba que el lugar que debían ocupar sus cenizas era el agua del río Ganges. Y es que la tradición hindú dice que ésta es la forma de acabar con la secuencia de reencarnaciones y poder alcanzar la liberación espiritual o Nirvana. Por este motivo, son muchos los restos de importantes personajes de la sociedad india e incluso extranjera los que se depositan en el río año tras año.Pero el río Ganges no es sólo objeto de la tradición hindú. Últimamente, se acepta la teoría de que de sus aguas nació una de las enfermedades que más epidemias ha causado a lo largo de la historia de la humanidad y que más muertes ha dejado a su paso: el cólera. sta enfermedad se manifiesta con un cuadro intestinal caracterizada por la presencia de vómitos, diarreas y entumecimiento de las piernas, y es provocada por una bacteria con forma de bastón -bacilo- denominada Vibrio cholerae, que se aloja en el intestino delgado y de la que existen varios biotipos. El cólera es una enfermedad que no suele transmitirse por el contacto con una persona infectada, sino por ingerir agua o alimentos contaminados con la bacteria, y que se presenta como una epidemia en zonas donde las condiciones de higiene no son las más adecuadas como en situaciones de guerra o hacinamiento por cualquier otro motivo.Uno de los síntomas que más claramente ayudan a diagnosticar la enfermedad es el conocido como "agua de arroz", que consiste en unas deposiciones diarréicas de color blanquecino en un número muy elevado. El análisis de estas deposiciones nos muestra cómo presentan una muy baja cantidad de sales. Esto es debido a que la bacteria, una vez dentro del intestino, se pega a las paredes de éste y secreta una toxina que va a desencadenar una serie de reacciones cuyo resultado final será la falta de entrada de cloruro de sodio -sal común- en el interior de las células epiteliales del intestino denominadas enterocitos. Esto va a hacer que se elimine una gran cantidad de líquido junto a otros iones, como pueden ser bicarbonatos o potasio, y será esta mezcla la que dé lugar a esas deposiciones tan características.En la mayoría de los casos, la enfermedad se presenta en modo benigno o asintomático, pero en, aproximadamente, un cinco por ciento de éstos, el enfermo puede derivar en una situación grave. En estos casos, la rápida pérdida de líquidos puede llevar incluso a la muerte si la enfermedad no es tratada correctamente, mediante el reemplazo de líquidos, glucosa y sales.En la actualidad, y podríamos decir que a lo largo del último siglo, el cólera se ha presentado como una enfermedad poco preocupante en el primer mundo, debido a su baja incidencia, pero aún supone un problema sanitario de primer orden en algunos países asiáticos, africanos y latinoamericanos. Un control sobre el agua y los alimentos a consumir, que deben ser manejados bajo estrictas condiciones de higiene, son más que suficientes para evitar la aparición de la enfermedad. Aunque también en esto, cómo no, las diferencias de estatus económico entre unos y otros países juegan un papel más importante del que debería.

lunes, 9 de febrero de 2009

EL CÁNCER EN EL EGIPTO DE LOS FARAONES

Edwin Smith fue un notable egiptólogo que desarrolló buena parte de su trabajo en la segunda mitad del siglo XIX. Se formó en los más importantes centros de París y Londres y adquirió gran importancia en el estudio de la lengua egipcia. Pero no sería todo ello lo que le otorgaría honor y renombre sino la adquisición de un papiro a un comerciante de la ciudad de Luxor. El egiptólogo entendió enseguida que este papiro de más de cuatro metros y medio de longitud era un tratado de medicina, pero su sorpresa fue mayúscula al comprobar que lo que tenía entre las manos se estaba convirtiendo en el documento médico más antiguo del que se tenía conocimiento en el mundo, con casi cinco mil años de antigüedad.
El que ha pasado a la historia como el papiro de Edwin Smith demuestra que los egipcios tenían un conocimiento bastante exacto de órganos humanos tales como el corazón, el hígado, el bazo, los riñones, los uréteres y la vesícula, además de tratar con mucha más racionalidad de la que se les suponía ciertos procedimientos quirúrgicos. Y es que este papiro está formado por un número determinado de casos, que la mayoría de las veces eran lesiones traumáticas que fueron tratadas con cirugía.
Pero hay un hecho que resulta más sorprendente aún y es que en el papiro aparece la primera descripción escrita de un cáncer. En éste se describen ocho casos de cáncer de mama, que son tratados con cauterización, aunque el escrito dice de la enfermedad que “no tenía tratamiento”.
Desde entonces, el conocimiento sobre el cáncer ha crecido muchísimo tanto en la detección como en el tratamiento, aunque la enfermedad sigue siendo una de las principales causas de mortalidad en occidente. Según la Sociedad Americana del Cáncer, éste provoca en torno al 13 % de todas las muertes, lo que supone un número próximo a los ocho millones de fallecimientos en el mundo cada año. De todos ellos, más del 90 % están provocados por un proceso denominado metástasis.
Se conoce como metástasis a la diseminación de un tumor primario a otros órganos distantes y sanos. Para que esto ocurra las células cancerígenas tienen que ser capaces de penetrar en los vasos sanguíneos o linfáticos próximos al tumor para acceder a la circulación sanguínea –forzando al sistema circulatorio a producir nuevos vasos, mediante un proceso denominado angiogénesis- e invadir tejidos sanos.
Clásicamente se habla de tumor benigno para referirnos a aquellos que no son capaces de metastatizar a órganos distantes y de tumor maligno, al que sí que es capaz de hacerlo. Es decir, los tumores benignos crecen sólo localmente y por lo tanto es más sencillo su tratamiento, mientras que los tumores malignos son capaces de propagarse, haciendo mucho más compleja la lucha médica contra la enfermedad.
Para que la metástasis ocurra se tienen que dar una serie de reacciones agrupadas en lo que se conoce como cascada metastática, que acaba en la formación de un tumor secundario. Esto sólo es posible si se producen ciertas alteraciones moleculares que dan lugar a la expresión de algunos genes.
Uno de los primeros genes que se vio que estaban relacionados con procesos de metástasis es el que da lugar a la proteína “twist”, que se encarga de activar o desactivar ciertos genes. Esta proteína se encuentra disponible en el desarrollo embrionario, donde su función es imprescindible ya que controla la producción y migración de todos los tejidos, pero que desaparece después para permanecer ausente durante el resto de la vida. Pues bien, se ha visto que en un gran número de tumores que acaban metastatizando, esta proteína se encuentra activa.
También el español Joan Massagué, junto a su equipo, ha identificado un paquete de 18 genes implicados en la aparición de metástasis, de los cuales la acción conjunta de sólo cuatro de ellos es capaz de desencadenar el proceso. De las proteínas a las que dan lugar estos genes ya se conocían su implicación en procesos inflamatorios y tumorales, pero ahora, además, se sabe de su papel en la diseminación del cáncer.
Y mucho más recientemente, en diciembre de 2.008, un grupo de investigadores británicos publicaba que la expresión de una proteína denominada Fosfolipasa Cγ1, que está relacionada con la activación de ciertos tipos de lifoncitos –linfocitos Th-, jugaba un papel determinante en procesos de metástasis.
El avance de la ciencia en este sentido debe despertar en nosotros moderada ilusión. Es probable que en un futuro a medio plazo se conozcan todos los genes implicados en el cáncer y usar este conocimiento para su tratamiento, pero ese día queda aún en el horizonte.

miércoles, 28 de enero de 2009

EL CÁNCER EN EL EGIPTO DE LOS FARAONES

Edwin Smith fue un notable egiptólogo que desarrolló buena parte de su trabajo en la segunda mitad del siglo XIX. Se formó en los más importantes centros de París y Londres y adquirió gran importancia en el estudio de la lengua egipcia. Pero no sería todo ello lo que le otorgaría honor y renombre sino la adquisición de un papiro a un comerciante de la ciudad de Luxor. El egiptólogo entendió enseguida que este papiro de más de cuatro metros y medio de longitud era un tratado de medicina, pero su sorpresa fue mayúscula al comprobar que lo que tenía entre las manos se estaba convirtiendo en el documento médico más antiguo del que se tenía conocimiento en el mundo, con casi cinco mil años de antigüedad.
El que ha pasado a la historia como el papiro de Edwin Smith demuestra que los egipcios tenían un conocimiento bastante exacto de órganos humanos tales como el corazón, el hígado, el bazo, los riñones y los uréteres, y la vesícula, además de tratar con mucha más racionalidad de la que se les suponía ciertos procedimientos quirúrgicos. Y es que este papiro está formado por un número determinado de casos, que la mayoría de las veces eran lesiones traumáticas que fueron tratadas con cirugía.
Pero hay un hecho que resulta más sorprendente aún y es que en el papiro aparece la primera descripción escrita de un cáncer. En éste se describen ocho casos de cáncer de mama, que son tratados con cauterización, aunque el escrito dice de la enfermedad que “no tenía tratamiento”.
Desde entonces, el conocimiento sobre el cáncer ha crecido muchísimo tanto en la detección como en el tratamiento, aunque la enfermedad sigue siendo una de las principales causas de mortalidad en occidente. Según la Sociedad Americana del Cáncer, éste provoca en torno al 13 % de todas las muertes, lo que supone un número próximo a los ocho millones de fallecimientos en el mundo cada año. De todos ellos, más del 90 % están provocados por un proceso denominado metástasis.
Se conoce como metástasis a la diseminación de un tumor primario a otros órganos distantes y sanos. Para que esto ocurra las células cancerígenas tienen que ser capaces de penetrar en los vasos sanguíneos o linfáticos próximos al tumor para acceder a la circulación sanguínea –forzando al sistema circulatorio a producir nuevos vasos, mediante un proceso denominado angiogénesis- e invadir tejidos sanos.
Clásicamente se habla de tumor benigno para referirnos a aquellos que no son capaces de metastatizar a órganos distantes y de tumor maligno, al que sí que es capaz de hacerlo. Es decir, los tumores benignos crecen sólo localmente y por lo tanto es más sencillo su tratamiento, mientras que los tumores malignos son capaces de propagarse, haciendo mucho más compleja la lucha médica contra la enfermedad.
Para que la metástasis ocurra se tienen que dar una serie de reacciones agrupadas en lo que se conoce como cascada metastática, que acaba en la formación de un tumor secundario. Esto sólo es posible si se producen ciertas alteraciones moleculares que dan lugar a la expresión de algunos genes.
Uno de los primeros genes que se vio que estaban relacionados con procesos de metástasis es el que da lugar a la proteína “twist”, que se encarga de activar o desactivar ciertos genes. Esta proteína se encuentra disponible en el desarrollo embrionario, donde su función es imprescindible ya que controla la producción y migración de todos los tejidos, pero que desaparece después para permanecer ausente durante el resto de la vida. Pues bien, se ha visto que en un gran número de tumores que acaban metastatizando, esta proteína se encuentra activa.
También el español Joan Massagué, junto a su equipo, ha identificado un paquete de 18 genes implicados en la aparición de metástasis, de los cuales la acción conjunta de sólo cuatro es capaz de desencadenar el proceso. De las proteínas a las que dan lugar estos genes ya se conocía su implicación en procesos inflamatorios y tumorales, pero ahora, además, se sabe de su papel en la diseminación del cáncer.
Y mucho más recientemente, en Diciembre de 2.008, un grupo de investigadores británicos publicaba que la expresión de una proteína denominada Fosfolipasa Cγ1, que está relacionada con la activación de ciertos tipos de lifoncitos –linfocitos Th-, jugaba un papel determinante en procesos de metástasis.
El avance de la ciencia en este sentido debe despertar en nosotros moderada ilusión. Es probable que en un futuro a medio plazo se conozcan todos los genes implicados en el cáncer y usar este conocimiento para su tratamiento, pero ese día queda aún en el horizonte.

miércoles, 14 de enero de 2009

WOODY ALLEN, EL ADN RECOMBINANTE Y EL PRÍNCIPE DE ASTURIAS

En el año 2002 el cineasta neoyorkino Woody Allen era galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Para entonces ya había conseguido tres premios Oscar de la Academia americana –dos como guionista y uno como director-, un Globo de Oro, como guionista, y había dirigido más de una treintena de películas, con títulos tan memorables como Annie Hall, Manhatan o Hannah y sus hermanas, por lo que no fue una sorpresa para nadie que el premio recayese en su persona.
El día que tuvo que recoger el galardón, Woody Allen pronunciaría unas palabras que han quedado para el anecdotario en la historia de estos premios. “No merezco este premio, pero tengo diabetes y tampoco la merezco”, dijo con su característico y flemático humor. Y es que el director americano es uno de los más de doscientos millones de diabéticos que hay en el mundo.
La diabetes es una enfermedad que está descrita desde mucho antes de la era cristiana y que se caracteriza por un aumento de los niveles de glucosa en la sangre. Se podría decir que la glucosa es el combustible de nuestro organismo ya que es la sustancia que se utiliza para, mediante una serie de reacciones, obtener energía. Por lo tanto, es imprescindible tomar cantidad suficiente de glucosa, a través de la comida, para que queden cubiertas las necesidades energéticas del organismo. Una vez digerida, la glucosa va a ser absorbida mediante la digestión y, a través de la sangre, va a ser distribuida por todo el cuerpo. Pero tan perjudicial como la ausencia de glucosa puede resultar un exceso de ésta. Por eso, cuando la concentración de glucosa en sangre excede unos límites, el páncreas se encarga de producir una hormona que conocemos como insulina.
Para ser más concretos, son unas células denominadas células beta localizadas en unas glándulas pancreáticas con forma de pequeños racimos llamados Islotes de Langerhans los que producen la insulina. En estas células la Insulina se produce como una hormona no madura que es procesada, liberando un fragmento denominado péptido C y sufriendo una reacción que produce unos enlaces llamados puentes disulfuro, que permiten unir los dos fragmentos restantes. Cuando aparecen niveles anormalmente bajos de insulina debido a fallos en el páncreas o a un inadecuado uso de la hormona por parte del organismo, la consecuencia es el aumento de los niveles de glucosa, apareciendo entonces la enfermedad conocida como diabetes.
Para tratar la diabetes, los enfermos suelen inyectarse insulina con el objetivo de restablecer los niveles normales de glucosa en sangre (entre 70 y 100 mg/dl). Durante mucho tiempo, la insulina utilizada con este fin ha sido de origen animal. Es decir, se extraía la hormona del páncreas de buey y de cerdo ya que la de ambos animales es muy parecida estructuralmente a la humana y tiene idéntico efecto sobre la glucosa en sangre. Pero este proceso presenta una serie de inconvenientes como es el variable suministro de tejido pancreático animal y la obtención de un producto que solía contener impurezas. Por eso, en la actualidad, la insulina utilizada es obtenida a partir de microorganismos mediante técnicas de ingeniería genética, alcanzándose una mayor pureza que en la insulina de origen animal, evitando así reacciones indeseadas.
El de la insulina es uno de los ejemplos más típicos en la producción de fármacos a nivel comercial, pero son muchos los que en la actualidad se producen gracias a la tecnología del ADN recombinante, que consiste en clonar los genes de ciertas proteínas humanas en los microorganismos adecuados. Por lo tanto, podríamos decir que la ingeniería genética, que nació en los años setenta con la manipulación enzimática del ADN, lo que persigue es la manipulación deliberada del material genético con un propósito determinado. En definitiva, llamamos ingeniería genética al conjunto de técnicas que nos permiten la manipulación del ADN y su introducción en un organismo dado con la intención de corregir errores genéticos, crear especies distintas y mejoradas y producir determinados compuestos.
En 1982 la insulina se convirtió en la primera proteína obtenida por ingeniería genética que era aprobada para su uso en humanos. En la actualidad son más de treinta las aprobadas para su uso clínico. El papel que la ciencia ficción asigna a la ingeniería genética no hace siempre justicia al que ha tomado en la historia. Pero lo cierto es que la tecnología del ADN recombinante ha conseguido mejorar la calidad de vida de millones de personas y ese es el camino que debe seguir.