La Casa de Misericordia era una institución benéfica dedicada al cuidado de niños desamparados. Lo curioso es que la mayoría de las solicitudes de ingreso pertenecían a viudas de asesinados en la represión del final de la guerra civil, que pedían el ingreso de sus hijos por imposibilidad de mantenerlos. Desde la perspectiva de nuestro tiempo podría parecernos un acto cruel, pero como el propio Margarit escribe en el epílogo de su libro Casa de Misericordia (Visor, 2007), "la intemperie era mucho más espantosa".
El título del libro es el de uno de los poemas que contiene y dice así:
Casa de Misericordia
El padre fusilado.
O, como dice el juez, ejecutado.
La madre, ahora, la miseria, el hambre,
la instancia que le escribe alguien a máquina:
Saludo al Vencedor, Segundo Año Triunfal,
Solicito a Vuecencia poder dejar mis hijos
en esta Casa de Misericordia.
El frío del mañana está en la instancia.
Hospicios y orfanatos fueron duros,
pero más dura era la intemperie.
La verdadera caridad da miedo.
Igual que la poesía: un buen poema,
por más bello que sea, será cruel.
No hay nada más. La poesía es hoy
la última casa de misericordia.
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3 comentarios:
cuideme a Pablito por los oscuros pasillos universitarios.
que fantastico blog tienes,aunque sabes que la ciencia y la literatura no es lo mio lo voy a poner en mis marcadores para seguirte de cerca.
un abrazo y haber si me llamas que seguro tienes noticias nuevas........ya me entiendes.
un abrazote .
Claro, Luna, no te preocupes. De todas formas, de vez en cuando, esos pasillos pierden su oscuridad en favor de la poesía y ahí Pablito sabe moverse. Cuídate, Luna. Un beso.
¡¡¡Hombre, Valdi!!! Me alegra verte por aquí. Me encanta. Por cierto, las noticias ya no son nuevas, por lo que veo. Pero sí, es verdad, tengo que llamarte, aunque sea con la excusa de nuevas noticias. Un abrazo.
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