Rosalind Franklin se había doctorado en Química-Física por la Universidad de Cambridge con sólo veinticinco años. Durante su periodo de formación había destacado por su brillantez y su enorme capacidad de trabajo, pero corría el año 1945, ella era una mujer y la sociedad europea y el misógino mundo de la ciencia no se lo iban a poner nada fácil.
En 1950 Franklin regresó a Londres tras realizar una estancia de tres años en un prestigioso laboratorio parisino, en el que se convertiría en una especialista en la técnica de difracción de Rayos-X. Pero ni siquiera el hecho de ser considerada una experta de escala internacional en el uso y la interpretación de esta técnica iba a allanar el camino a la joven investigadora. En el laboratorio del King's College de Londres en el que comenzaría a trabajar tras su regreso, Franklin se vería obligada a compartir material e inquietudes con el investigador Maurice Wilkins, con quien mantuvo una relación compleja.
Franklin estaba convencida de que gracias a la técnica de difracción de Rayos-X, podría llegar a conocer la estructura del ADN, del que por entonces apenas se tenía conocimiento, y, a través de ella, profundizar en la comprensión del código genético, la herencia, la biología del desarrollo o la evolución. El problema es que también su incómodo compañero, Wilkins, andaba detrás de conocer esta estructura. La situación se complicó para ella cuando a éste se unieron dos investigadores más de un laboratorio de Cambridge: un joven e insolente estadounidense de veintitrés años llamado James Watson y un inglés, que era incapaz de permanecer callado, llamado Francis Crick.
En 1951 Watson y Crick elaboraron un modelo estructural para el ADN que resultó ser imposible. Aquel error tuvo consecuencias negativas para los dos científicos, de manera que fueron apartados, inmediatamente, del trabajo activo con el ADN. Por aquel entonces, Franklin trabajaba aislada y se sentía infravalorada en sus investigaciones, aunque sus avances en la dilucidación de la estructura del ADN iban por buen camino. Tanto fue así que a finales de enero de 1953, el trabajo de Franklin se encontraba en un punto muy próximo a la conclusión de su investigación. Fue en este momento cuando Wilkins, declarado ya enemigo íntimo de Rosalind Franklin, le mostró a Watson una radiografía del ADN tomada por la joven investigadora que iba a resultar clave en el desenlace de aquel episodio. Aquella imagen, que ha pasado a la historia como Fotografía 51, resultó ser una evidencia fundamental para identificar la estructura del ADN. Apenas unos meses después, Watson y Crick publicaron un artículo de poco más de una página en la revista Nature en el que explicaban la estructura helicoidal del ADN. Según esta teoría los cuatro nucleótidos –Adenina, Timina, Citosina y Guanina, que son las unidades estructurales del ADN- se organizan en una doble hélice en la que ambas cadenas se orientan en direcciones antiparalelas.
Rosalind Franklin moriría cinco años después, de cáncer de ovario, probablemente debido a las repetidas exposiciones a la radiación durante sus investigaciones. En 1962, cuatro años después de su muerte, Watson, Crick y Wilkins recibirían el Premio Nobel de Fisiología o Medicina. Franklin, probablemente, nunca llegó a imaginar la trascendencia de aquella imagen que tomó y que Wilkins mostró a Watson sin su permiso.
Desde aquel momento hasta hoy, la biología molecular y la genética han avanzado a pasos agigantados. En apenas 50 años se ha conseguido secuenciar el genoma de docenas de organismos, entre ellos el humano. Este genoma constituye el conjunto de todos los genes contenidos en el núcleo de cada célula. Para los humanos, su genoma está integrado por unos 25.000 genes agrupados en 24 cromosomas, y en él está contenida la información necesaria para la expresión de todas las proteínas del ser humano.
La relación entre un gen y la proteína a la que éste da lugar viene determinada por una regla denominada código genético. Según esta norma, tres nucleótidos dan lugar a un aminoácido –unidad estructural de la proteína-. Así pues, el código genético se convierte en una especie de diccionario que establece una equivalencia entre las bases que forman el ADN y las proteínas.
Rosalind Franklin no llegó a conocer el código genético. Su prematura muerte le evitó asomarse a la fascinante lectura del ADN. Hoy, el mundo de la biología molecular le debe, al menos, el honor del recuerdo. Porque la historia se escribe con fragmentos de vidas como la suya y de retos imposibles como el que le tocó asumir.
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10 comentarios:
Hola Garrido:
Ya tenía yo ganas de escribir en este blog para felicitarte por su creación y darte las gracias por la aportación que realizas al mundo de la ciencia y la literatura. La verdad es que aprendemos un montón, a la vez que desconectamos por unos minutos de esta vida tan ajetreada. Espero que no te canses nunca de enseñarnos, entretenernos y relajarnos. Un beso mío y otro de Alba...
Y olé por Rosalind Franklin y su descubrimiento...qué pena que no se sepa más de ella...a partir de ahora ya tengo algo nuevo y diferente que contar en mis clases de Biología a los niños...
¿De esta señorita no dijeron sus compañeros en una entrevista: tendría que quitarse las gafas y soltarse el pelo?
Hmmmm
Gracias por dedicarle una entrada.
¿Cuántas mujeres hubo a la sombra de grandes científicos nobeles? Si se repasara la historia seguro que nos llevaríamos una gran sorpresa. Según he leído, Rosalind Franklin fue calificada desde pequeña de "alarmantemente inteligente", cualidad que suponía un engorro más que una ventaja para una mujer en la sociedad de entonces... Me parece increíble y me hace pensar: ¿desde cuando una mujer inteligente dejó de ser un problema? -aunque no estoy muy segura de que algunos aún no lo consideren un engorro-.
Gracias por dar un merecido hueco en este blog a una mujer que nunca lo tuvo.
Un beso.
MCarmen, muchísimas gracias. Dale un beso de mi parte a Alba, pero no le digas que es mío..., por si llora. Me encanta que puedas utilizar este blog para contar cosas en tus clases. Un beso fuerte.
Ana, me alegra mucho verte por aquí. Tienes razón, Watson decía de ella que no sabía cómo sería "sin gafas y con el cabello suelto". También decía que "sus vestidos mostraban toda la imaginación de una adolescente empollona inglesa". La verdad es que es triste que éstas sean las valoraciones de todo un Premio Nobel sobre una mujer como Franklin.
Auro, es un placer volver a contestar a una entrada tuya. Es verdad que de la historia sólo sabemos lo que nos han contado, pero esto no sólo pasa con las mujeres. También con los perdedores... Es posible que aún hoy haya quien considere un lastre la inteligencia femenina. Pero es sólo una manera de esconder su propia necedad y sus complejos.
Hola a todos!
Muy acertada la nueva entrada del blog. Esto es solo un granito de arena en lo que debería ser un reconocimiento mundial al trabajo a la sombra de muchos becarios. Más difícil aún para las mujeres en aquellos tiempos.
Además, con la publicación de "La doble hélice", de James D. Watson, se hace un flaco favor a la labor investigadora de Rosalind Franklin. Considero muy peligrosa la forma en que cuenta los hechos, porque de alguna forma genera opinión, ya que esta novela se recomienda incluso en niveles de bachillerato; y ofrece una versión demasiado subjetiva de los hechos. El libro es interesante la verdad, incluso apasionante en alguna parte, pero el personaje que lo escribe deja mucho que desear, por mucho Nobel que le dieran en su día.
Según Watson, sólo Crick y él estaban a favor de la investigación con modelos moleculares como lo hizo Pauling para descubrir la alfa hélice en proteinas. Se da a entender que Rosalind Franklin, e incluso Wilkins, no querían oir ni hablar de estos modelos, que más parecían juguetes para niños.
No sé hasta qué punto fue así. Me gustaría saber si hay algún otro libro donde se explique la historia desde otra perspectiva.
Un saludo Jose Antonio!!!
Omar, muchas gracias por venir a dar una vuelta por aquí. Ya sabes que ésta es tu casa.
Tienes razón cuando dices que en la ciencia hay mucha gente que trabaja en la sombra, pero eso no es un mal exclusivo de esta profesión -o de esta voación...-. En cuanto a lo que dices del libro de Watson "La doble hélice", tienes toda la razón, pero es un libro escrito por y para eso. Está escrito en primera persona -el autor no se esconde detrás de ningún escribano- y las ideas y sensaciones de Watson afloran en cada página. 20 años depués de que éste apareciera, lo hizo el de F.Crick. Se titula "qué loco propósito", y viene subtitulado -a modo de aviso para navegantes- como "una visión personal del descubrimiento científico". La linea de este segundo libro es muy parecida a la del anterior, pero la perspectiva del tiempo le permite admitir cosas como que sobre R. Franklin había "restricciones importantes como, por ejemplo, que no se le permitía tomar café en una de las salas reservada sólo para los hombres".
En cuanto a los modelos utilizados por Watson y Crick, es cierto que fueron éstos quienes los usaron de la forma correcta -ellos y Pauling, claro, que ya lo hizo para determinar la estructura hélice alfa de las proteínas-. No hay que perder la referencia. Piensa que la fotografía 51 obraba en poder de Franklin desde hacía bastantes meses y ella no supo interpretarla.
Espero seguir viéndote por aquí. Un abrazo.
Que fuerte eso fue un robo!
Creo que la investigación sigue siendo aún un reto para la mujer. Somos muchas las que estamos en este mundo pero son pocas las que llegan a la cumbre. Menos mal que esto esta cambiando y para mejor, aunque va despacio, eh chicas?
Mu'bien, mu'bien!Gracias por dedicar al sexo femenino una columna en este blog.
Un beso solo
PD.-Espero no recibir mas amenazas...aunque me gusta escribir bajo presión.
Belén, gracias por aparecer, al fin, por aquí. Por cierto, nada como escribir bajo presión.
Durante mucho tiempo, a la mujer le ha costado mete la cabeza en el mundo de la ciencia. Ahora parece que, quizá por el efecto rebote, estamos en el otro lado. Y para comprobarlo no hay nada más que darse una vuelta por cualquier laboratorio de este país y observar cómo las mujeres ganan en número. Pero ojo, esto, otra vez, puede que no sea sino el reflejo de otro tipo de discriminación, como decía hace unas semanas la ministra de ciencia e innovación, Cristina Garmendia, con la bióloga y referencia científica en España, Margarita Salas.
Espero seguir viéndote por aquí. Un beso.
Gran noticia la del programa de radio..
a ver si puedo escucharte mañana!!!
(empieza mañana??)
Es cierto que Watson desde el primer momento se confiesa consciente de que está haciendo un juicio muy personal de los hechos.
Por desgracia Rosalind no pudo escribir su versión.
A ver si encuentro el de Francis Crick.
Un abrazo!
P.D.Me siento como en casa por aquí. Saludos a todos!
Muchas gracias, Omar. Ponte las zapatillas y coge la primera lata que pilles del frigorífico.
Por cierto, el programa sí que empieza mañana, a eso de las 10.30.
Un abrazo.
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