Doris Miller era un cocinero afroamericano que se encontraba destinado, durante la segunda guerra mundial, en un acorazado norteamericano y que se iba a convertir en uno de esos héroes que fabrican todos los conflictos armados.
Desde 1895, tras la primera guerra Sino-Japonesa, el ejército japonés tuvo en su punto de mira a su vecina China como única salida a su política expansionista. La victoria de su ejército sobre el ruso, en 1905, dio lugar a un clima de euforia que hizo que la sensación de imbatibilidad creciera y alimentara las ansias expansionistas japonesas. Así, las acciones militares se sucedieron hasta que en 1941 los Estados Unidos y Reino Unido reaccionaron e impusieron un embargo de petróleo con la idea de detener la ofensiva nipona. Pero los líderes japoneses, auspiciados por sus ansias de expansión, decidieron contraatacar. Eran conscientes de que esta acción aumentaría las dimensiones del conflicto bélico y que, probablemente, sólo les permitiría ganar un poco de tiempo, pero la opción de ceder ante las demandas extranjeras nunca fue un planteamiento que tuviera consistencia.
Así las cosas, la madrugada del 7 de diciembre de 1941, la armada japonesa lanzó un ataque sorpresa a Pearl Harbor, en Hawai. La ofensiva apenas duró noventa minutos y tuvo como resultado para la armada estadounidense la pérdida de 18 navíos, unos 3500 soldados fallecidos y más de 1000 heridos. El ataque cogió por sorpresa al ejército norteamericano y la capacidad de respuesta fue escasa. Pero Doris Miller, ese cocinero afroamericano elevado a los altares de la heroicidad, fue de los pocos que consiguió, dentro de sus posibilidades, repeler el ataque nipón. Yendo más allá de donde su obligación le imponía y llevado por ese sentimiento patriótico que mueve a los americanos en momentos así, Miller tomó el control de una ametralladora antiaérea que estaba abandonada y la usó para abrir fuego contra los aviones atacantes, derribando al menos a uno, mientras la metralla caía a su alrededor.
Finalizado el ataque, el panorama en Pearl Harbor era desolador. Los heridos gritaban y se retorcían de dolor, y el olor a carne quemada se mezclaba con el de la derrota. En esta situación, la labor del doctor estadounidense J.J. Bonica fue tan heroica como la del propio Miller. Hasta esa fecha no existían en el mundo especialistas en el tratamiento del dolor y sería el doctor Bonica, con su tratado, en 1953, quien abriría una brecha que nos lleva hasta el día de hoy. En España, el número de unidades de Tratamiento del Dolor que trabajan en la actualidad es muy elevado y existe una Sociedad Española del Dolor, que forma parte de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor.
Tradicionalmente, la interpretación que el hombre ha hecho del dolor ha estado influida por el pensamiento místico y religioso. Para la doctrina católica, el dolor era un medio de purificación y redención. Hoy en día, la mayoría de la sociedad ha desechado la necesidad de sentir dolor para purgarse y éste es entendido, simplemente, como una experiencia desagradable asociada a una lesión de cualquier tipo. En última instancia, el responsable de que exista el dolor es nuestro sistema nervioso, ya que es el encargado de recibir y transmitir los diferentes impulsos sensitivos que provocan esta sensación.
Recientemente se ha visto que el uso de unos compuestos derivados de la planta de la marihuana llamados cannabinoides pueden tener un efecto positivo sobre el control del dolor y sobre el tratamiento de ciertas enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o la esclerosis múltiple.
Los cannabinoides se dividen en tres tipos: los naturales o herbarios, que son los que se obtienen directamente de la planta; los endógenos, que son los que produce el cuerpo humano; y los sintéticos, que son obtenidos en el laboratorio. Se sabe que, en nuestro organismo, los cannabinoides obtenidos a partir de la marihuana mimetizan la acción de los cannabinoides endógenos, actuando a través de unos receptores que se llaman CB1 y CB2, que se encuentran en el sistema nervioso central, o aparato reproductivo, los primeros, y tejido periférico como pulmón o bazo, los segundos.
El uso de los cannabinoides en el tratamiento del dolor está documentado desde muy antiguo, pero la reciente publicación de numerosos ensayos en los que se utilizan derivados de uno de los cannabinoides más conocidos, el THC (tetrahidrocannabinol), ha puesto el tema en el punto de mira de toda la sociedad. El uso de estos compuestos, sin duda, brinda una oportunidad terapéutica más; sin embargo hay un largo camino por recorrer y será el tiempo quien ponga a los cannabinoides en el sitio que les corresponda.
miércoles, 30 de abril de 2008
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4 comentarios:
Está bien que mires al dolor. Hacerlo implica planteárselo como un problema.Yo sólo he sentido mucho dolor una vez: un dolor de muelas que mereció endodoncia.No era trivial, que devolvía y todo. Y casi me vuelvo majara.Pensé entonces en los que sufren de verdad.
Gracias.
Ana, muchas gracias por volver. Me alegra verte por aquí.
El dolor, como manifestación física de un problema, es una respuesta del sistema nervioso -uno de los sistemas biológicos más complejos- que nos hace ganar conciencia del propio problema. Es decir, el desarrollo de ese complejo entramado ha constituido una de las claves en el éxito evolutivo de todos los organismos que poseen sistema nervioso. Punto y aparte merece la interpretación tendenciosa que en determinadas épocas y en determinadas culturas se ha hecho del dolor. Paliar el dolor, lejos de suponer una renuncia a la vida eterna o a la purificación del alma, se convierte, en la sociedad moderna, en una necesidad fisiológica en el momento exacto de encontrar la causa de la que nos está dando aviso. Por eso, el papel de la medicina debe ir en esa dirección.
Muchas gracias, otra vez. Un beso.
Hola amigo wikipedia -no te molestes, es un calificacito cariñoso-, muchas gracias por volver a deleitarnos con un post de esta magnitud. Me parece un tema muy interesante a la par que controvertido, ya que hay quienes defienden que algunos dolores crónicos deberían afrontarse desde un punto de vista psicológico en lugar de con el uso de sustancias químicas. El tema es muy delicado porque quizá no siempre sea fácil determinar de dónde procede ese dolor o cuál es su magnitud, de cualquier forma estoy totalmente de acuerdo con que la ciencia avance en la determinación de distintas formas de paliarlo, pues hoy por hoy no tengo interés en encontrar la purificación de una forma tan desagradable.
Enhorabuena y no dejes de colgar posts en los que poder felicitarte y... fastidiarte un poco.
Un beso.
Auro, muchas gracias por tu continuidad.
De lo que hablo en este post es del dolor físico. Ese, a tenor de las últimas publicaciones, es susceptible de ser aliviado con los derivados cannabinoides. El otro dolor -o los otros dolores- probablemente no sigan un patrón similar, así que no voy a entrar en ese tema.
Espero seguir viéndote por aquí. Un beso
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